De mi paso por Generales Letras
"Cuando tengas que ver tu horario, avísame para ayudarte", me dijo una amiga que había ingresado un año antes a la PUCP. Había llegado, pues, la hora de elegir mis horarios, y en mi ignorancia preguntaba a quien tenía la experiencia de estudiar. Me recomendó explícitamente el horario 110 porque ahí dictaba el profesor Callirgos, y ese era de los más pedidos de Letras. Con eso en mente, llegué a mi matrícula presencial con los casi mil cachimbos más. Un amigo se había metido al horario 111, también porque su hermano se lo había recomendado, pero como ese salón ya estaba lleno, decidí seguir el consejo de mi amiga y así fue como llegué al horario 110, o lo que es lo mismo: el T10.
El primer día llegó un lunes 13 de marzo del 2006. Temprano mi papá me jaló hasta Javier Prado con la Vía Expresa, y llegaba para la bienvenida en el Polideportivo: una misa. Para mi primera clase, aún tenía que esperar un buen rato. En ese tramo conocí a José Carlos por un amigo en común, que también estaba en mi mismo horario. Así fue que me senté a su lado en la primera clase: Historia con Dager. Ahí me iba dando cuenta de que, salvo por el profesor Callirgos, ese horario era desrecomendado en su mayoría. Pero ya estaba ahí. Al término de la primera clase, fui a la biblioteca a sacar mi primer libro, y ya me sentía un poco más universitario con la copia en mi mochila.
Los primeros días era de verme con mis amigos y conocidos que también habían ingresado, de conocer el campus y entender mejor en dónde estaba cada cosa. En cuanto a las clases, efectivamente comprobé que Callirgos era muy amable y el más cercano de todos los profesores, porque, a decir verdad, el de Matemáticas me daba mucho miedo. Tenía otros dos cursos más: Psicología y Retórica, ambos tranquilos y llevaderos, si vas a las clases, claro.
No quiero ahondar en minucias de mi primer ciclo, y por eso resumiré lo más importante. A la segunda semana, me llegó un correo indicando que debía salir del curso de Etnicidad de Callirgos porque para los de Gestión debía haber otros electivos; y así me dejaron solo con cuatro cursos, de los cuales dos me daban miedo. En ese ciclo se llevaba el mundial de Alemania 2006, y más me acuerdo de ir al comedor de Letras para ver el partido. Recontrajalé Matemáticas y recontrajalé Historia. Y para el siguiente recuerdo-resumen, mejor el siguiente párrafo, porque es el más importante.
Era la última semana de clases, y todos en mi salón veían el plan de estudios señalando lo que llevarían el siguiente ciclo. Hablaban sobre recomendaciones y lo que debían hacer según sus planes. Yo por esos días estaba superdesinteresado, porque ya había previsto que con mi promedio no me alcanzaría para mucho. Solo vi el plan y dije "solo me interesa ese curso que se llama Estructura del Lenguaje, el resto puede ser cualquiera". Nunca tuve en agenda otra cosa que no sea ese, que incluso me dijeron que era el más pesado de esa rama, porque era full gramática. Lo que a muchos espantaba, para mí, era un llamado.
Yo desaprobé dos cursos de cuatro, pero no se lo dije a mi padre. Cuando me confrontó y le conté que no había aprobado esos dos cursos, lo vi llorar, gritar y, lo peor, decirme que lo había decepcionado. Me dejó de hablar un par de días, y fue quizás lo más doloroso. Ese segundo ciclo viví una amalgama de emociones variopinta porque no me terminaba de identificar en la universidad, y ya tenía que recuperar la confianza de mi padre. Pero bendita la elección de Estructura del Lenguaje: presté atención a las clases y, de pronto, había examen, y no había estudiado nada, y me saqué 17. ¿Cómo?, ¿y al resto le fue peor? ¿Por qué a mí me va bien? El lenguaje me estaba haciendo guiño-guiño y yo estaba cediendo. Acabó el ciclo, tres cursos aprobados (Estructura del Lenguaje, Realidad Social Peruana, Poesía) dos desaprobados (Historia del Mundo Moderno, Creer en Jesucristo hoy), pero mis agradecimientos centrales al profesor Renwick y su jefa de práctica Adela. Mi papá y yo nos volvimos a hablar pronto, pero me advirtió que debía mejorar en la universidad si es que deseaba continuar, porque finalmente él hacía un esfuerzo para pagármela.
Era mi tercer ciclo, y me arriesgaba a llevar Matemática por segunda vez; era la bica, ¿cómo me iría?, les cuento en breve. Además de eso, también llevé Ética, Cosmología, Gestión de Organizaciones y Perú en los tiempos modernos. Lo más central de mi tercer ciclo ocurrió en mi clase de Ética, pero no por el curso, sino por lo que pasó. Por esos días yo ya me había planteado mucho la pregunta sobre lo que quería estudiar, principalmente porque no es recomendable llevar Matemática 1 en tercer ciclo recién, mientras mis pares de Gestión ya iban por Mate 3, además de los mil y un electivos más que se pedían para pasar a Facultad. En mi billetera llevaba un plan maestro de cómo hacer para llegar a Facultad, pero todo dependía de que, en primer lugar, apruebe ese curso arrastrado de cachimbo. Muy convencido de que ese era mi camino no estaba. Por el contrario, sentía la tristeza de haber terminado mi curso de Estructura del Lenguaje, porque era lo único que me movilizaba. Las únicas pocas veces que iba a la biblioteca, era principalmente para leer sobre el lenguaje. Y así fue que comencé a pensar, caminar, evaluar lo que sería de mí más adelante, proyectar lo que haría luego como profesional. No sabía nada más allá de lo que había visto en mi curso, y aunque me había fascinado, era para mí imposible atar cabos con tanta ausencia de información al respecto.
Un día, en clase de Ética, volteo a mirar a mi amigo y le digo "Creo que me voy a cambiar de carrera", y me miró con cara de extrañeza y se rio. Al día siguiente lo vi, y le dije "Me voy a cambiar de carrera. Voy a estudiar Lingüística". Estaba decidido y no había marcha atrás. Quiero estudiar lo único que me motiva a venir a la universidad, es eso o no encontrarle sentido a la vida. ¿Aprobar Matemática 1? Un sueño, matemáticamente posible, pero muy difícil. Previsualizando que mi futuro en Gestión estaba muy lejos, tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: estudiar Lingüística. Mis amigos fueron los primeros en enterarse; en el jueguito de adivinar qué estudiaré, pensaban en Derecho, Psicología, Publicidad. Quién le chunta a Lingüística si ni sabían que eso existía.
Pero todavía había un pendiente: la aprobación de mi familia. Mi primer conflicto, a decir verdad, fue conmigo mismo, porque yo quería Gestión para revivir el negocia de mi madre, pero ahora veía que esa promesa se iba por un precipicio. Era una mañana, un desayuno de día de semana, en donde mi mamá sacó el tema de que ya en unos años yo podría trabajar e incluso tomarle la posta a mi papá. Yo guardé silencio, bajé la cabeza, y le dije que había decidido cambiarme de carrera. Mi mamá me abrazó, me dijo que cualquiera sea la decisión que tomase, ella siempre me iba a apoyar porque confiaba en mi madurez para tomar esa decisión. "Lo de la tienda no es para mí lo más importante, sino que tú seas feliz". Lloré debajo de su abrazo. En la noche, se me acercaron mis hermanas a mi cuarto para decirme que me apoyaban, que contaba con su respaldo, y también lloré de emoción. Faltaba mi papá.
Decirle a mi papá que me cambiaría de carrera era una suerte de salida de closet. Un día me dispuse a contárselo, y justo ese día, cuando llegó del trabajo, me pidió que bajara. Yo ya estaba preparado, ¿y para qué quería que baje? Me había traído una colección de libros de la historia de las grandes empresas: Microsoft, McDonalds, Coca- Cola, etc. "Para que te prepares para cuando pases a Facultad". "Gracias, pa", nomás le dije, y me hice el interesado en leerlos. Apilé los libros en mi estante y ahí se quedaron. El verdadero momento ocurrió en su trabajo, uno de esos sábados en los que él iba por las tardes y yo lo acompañaba. En un momento, me armé de valor y se lo dije: "No me veo como administrador. Te admiro, pero no es lo mío. Yo he decidido cambiarme de carrera porque he encontrado una que me hace feliz". Él me miraba con atención, y me hizo, por primera vez en mi vida, la pregunta que le hacen a todo estudiante de Lingüística en su formación: ¿en qué vas a trabajar? Le expliqué que había visto que se podía hacer corrección de estilo y docencia en diferentes grados. Yo, en verdad, poco entendía del tema laboral; solo estaba entusiasmado por el estudio mismo. En mi familia somos tres hermanos: la mayor estudió Historia del Arte y la siguiente Matemática Pura. Digamos que elegimos carreras poco convencionales. Mi papá tenía la preocupación por mi hermana la humanista, porque sabía que el campo laboral era medio difícil. Aun así, mi papá me miró y me dijo "Mira, hijo, no te voy a negar que me pone triste que ya no serás administrador, porque yo había proyectado que tú serías un gran administrador, pero si es una decisión que has tomado a consciencia, te voy a apoyar". Y así nos dimos un abrazo, y fuimos liberando poco a poco la tensión del momento. Ahora toda mi familia nuclear y mi entorno cercano de amistades ya lo sabían: Robram se cambió a Lingüística.
La historia de mi tercer ciclo acabó con sensaciones abiertas. En mi examen de Matemática 1, mi bica, me iba por un 13, y recuerdo clarito la cara de un chico sugiriéndome una fórmula que debía apuntar, y no lo hice; entré nomás. Saqué 12, y con esa fórmula aprobaba el curso. Fui a buscar al profesor hasta su oficina, pero fue en vano. Había jalado por segunda vez, y me iba a la trica. El resto de materias sí las aprobé. Ya la sensación era muy distinta, porque no era mi norte aprobar las mates para llegar a Gestión. De hecho, entre esos cursos de tercer ciclo llevé el electivo de "Gestión de organizaciones", y me gustó mucho, al punto de que reforzó mi deseo de salirme de esa carrera porque entendí algo: la carrera que uno elige debe corresponderse con su estilo de vida, y lo mío no era andar tan esquematizado en un trabajo de oficina, sino más bien manejarme con mis propios tiempos. Mi sensación al final del ciclo fue de ¡Por fin voy a poder llevar los electivos que había querido!
¿Y la trica en Mate 1? Digamos que, una vez que me cambié de carrera, parece que el Universo me escuchó y todo se comenzó a alinear. Llegó un correo de "Nuevos cursos" y en el área de Matemática se abrían dos nuevas opciones: Lógica y epistemología, y Matemáticas. Ya no era necesario llevar Mate 1 de nuevo, porque tenía nuevas opciones que no contaban como desaprobado. Nunca he sabido bien cómo describir el proceso de cambiarme de carrera, pero más o menos diría que Letras pasó de ser un lugar en blanco y negro, a tener color. Inicié mi cuarto ciclo pensando en que ya no era primerizo, y entendía mejor la vida universitaria; estaba más cuajado. Y pensé: ha llegado la hora de tapar algunas heridas. Le tenía miedo a Mate, pero no podía creer que era el único de mi círculo de amigos que había jalado Creer en Jesucristo hoy con Crespo. Yo debía volver a llevarlo y pasarlo. Ese ciclo llevé Prehistoria y Civilización, Creer en Papa Lindo hoy, Sociología, Temas de Filosofía Moderna, y Lógica y Epistemología. Y, señores, por primera vez en mi vida, invicto.
La sensación de salir invicto, cuando todos los ciclos anteriores por lo menos uno jalaste, es de gloria para un adolescente cuya vida académica es endeble. Para los que hemos sido de bajo craest, es un triunfo. Unos meses antes, veía las páginas de la UPC y de la ULima, porque estimaba que pronto debería "trasladar mi talento". Pero el panorama era distinto ahora: solo me faltan 6 cursos para egresar, y casi todos son los electivos que, por ir a Gestión, no pude llevar antes. Sería mi quinto ciclo en Letras, pero ya sabía que era de cierre y lo disfrutaría: Coro, Cine, Artes Plásticas, Latín 1, Matemáticas, e Historia del Perú hasta el siglo XVIII. Si bien no llevé Mate 1 por tercera vez, me había prometido enfrentarme a los cursos que en su momento había jalado. De nuevo, invicto. El ciclo que más disfruté Letras y que me regresó a la vida en la universidad.
Esta historia va del 2006-1 al 2008-1, cinco semestres en Letras. Finalmente, el joven Robram había terminado los Estudios Generales. De la mentalidad de "acaba la clase y me voy", ahora se venía la Facultad de Humanidades. Tengo miedo, mucho miedo. La carrera se llama Lingüística y Literatura. Yo dije que me gustaba el lenguaje, pero no la Literatura. ¡Ah, pero debo elegir! ¿O sea que no son las dos? No, no son las dos: o es Lingüística o es Literatura. Lingüística, obvio. ¿Y quiénes más van a Lingüística? ¿Todos esos cerebritos que se sientan adelante y siempre preguntan? Creo que me estoy metiendo en un territorio al que no pertenezco. Pero bueno, acabé Letras. Dejémoslo ahí.
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